BREVE HISTORIA DEL EROTISMO EN GRECIA

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“…la mensajera

levanta primero las piernas y yo la atravieso.”

Aristófanes, los pájaros.

 

La naturaleza humana es difícil de definir, porque en ella confluye una enorme cantidad y variedad de sentimientos (y/o emociones), que cada individuo percibe de manera distinta. Sin embargo, un sentimiento común y universal en todos los hombres, es el amor, un amor que se materializa de dos formas: el espiritual y el sensual.

Sobre el amor sensual, este es un amor más físico, más carnal, pues se expresa en la necesidad de poseer a la persona amada (deseada).

El erotismo es ese amor sensual que sentimos por el sexo y que por lo general comienza con una mera atracción física. Desde que el hombre se manifiesta, el erotismo ha sido una de las formas fundamentales de expresión y de comunicación, por citar un ejemplo, podemos encontrar vestigios de este amor sensual manifestado en erotismo, en expresiones tan antiguas como la Venus de laussel, gravada en los muros de una cueva desde hace casi 25 mil años, así como las Venus primitivas, representaciones del paleolítico y descubiertas en Francia, expresiones que hasta nuestros días han circunnavegado el imaginario colectivo de todas las civilizaciones antiguas y modernas, incluida la griega cuna de la civilización occidental.

Ya en pleno dominio del clasicismo griego las figuras de dioses y diosas comenzaban a ser una plena muestra de representación de lo que hoy llamamos erotismo. Según Hesiodo con lo que a él respecta de la creación de los dioses “… en un principio fue Caos y tras él Gea, la del amplio seno, y después Eros, el más bello de los inmortales, aquel que dominaba las mentes y los corazones de hombres y dioses…” Y este dios resulta ser el motivo y predominio fundamental de todo arte. Lo que a las claras muestra ya esa preponderancia del erotismo para los griegos.

La antigüedad clásica tuvo como característica el cuerpo humano como paradigma de la belleza y sin duda entre los griegos y los romanos el arte de pintar y esculpir el cuerpo masculino o femenino fue considerado el arte mayor; obras como la Artemisa de Éfeso, con su pecho múltiple, son un claro ejemplo del erotismo griego basado primordialmente en la mitología, pero con un alto grado de realismo en las formas, que sirvió para sentar las bases del concepto de erotismo actual.

El filósofo griego Platón, también aportó su grano de arena con respecto a lo erótico, cuya opinión está registrada en los famosos “Diálogos de Platón”, particularmente en el ya memorable diálogo llamado “simposio (banquete) o de la erótica”. En el cual Aristófanes se reúne con Apolodoro, Sócrates, Fedro, Pausanias, Eriximaco y alcibíades, todos ellos invitados a comer en casa de Agatón.

Es de manifiesto que la discusión que ha comenzado como una simple alabanza a la disipación y el amor, culmina con una disertación por parte de los comensales hacia cuestionamientos más metafísicos. Platón pone sobre la mesa a un Eros completamente distinto a la representación existente hasta ese momento por la mitología, mientras ésta muestra a un dios puramente pasional y con plena orientación hacia el amor carnal; la representación de Eros para Platón comienza por restarle a Eros su manto de dios y transmutarlo en la figura de un Daimón, que más bien resulta un espíritu intermediario entre los dioses y los hombres, así mientras los dioses poseen la belleza y la inmortalidad, este Eros desea y planta en los hombres la semilla al deseo hacia lo bello, y este deseo nace justamente de la carencia, puesto que sólo se desea lo que no se tiene, así, el amor toma como esencia de ser, ese anhelo hacia la belleza; sin por ello ser representación de lo malo o lo feo, sino más bien, por estar alejado tanto de la belleza como de la fealdad; aquí Platón vuelve a generar una distinción en el origen de Eros, pues mientras para el vulgo griego, este provenía del origen del universo mismo, para Platón, en cambio su origen se atribuía a Poros (abundancia) y a Penia (pobreza), otorgándole justificación a este eterno punto medio entre la belleza y la fealdad; la abundancia y la pobreza. De tal modo que Eros si bien encontraba razón de ser en el amor fecundo, es decir, inmortal entre un hombre y una mujer (procreación); en realidad se sublimaba en el amor imperecedero de la generación de belleza, producto de hombres fecundos y orientados a la generación de belleza en las artes y en las ciencias, de todo aquello destinado al cultivo de la virtud y la sabiduría.

En consecuencia, el mito de Eros como antecedente del erotismo en la alta cultura, comienza a ser más fecundo en el arte elitista de la sociedad ateniense, pero lejana a la masa y al desarrollo artesanal erótico y en utensilios de uso común, además de una espiritualidad alejada de celebraciones repletas de feligreses; pero si mientras Eros se encontraba en lo más alto del Olimpo y destinado a tareas mucho más sublimes, la necesidad de adoración terrenal y mundana, para la sociedad griega, vendría más bien de un dios extranjero, Dionisos el Zeus de Nisa, dios del vino, la fecundidad y el éxtasis, quien a diferencia de Eros, resulta ser un dios de culto tardío, toda vez que sus orígenes se remontan a Oriente, suponiendo que su culto fue adoptado por los griegos a la vez que la vid fue importada desde oriente hacia el continente europeo; el alma viajera de Dionisos también es atribuible a esa difusión y transporte de la vid a través de los distintos continentes, un dios propiamente más adecuado para la exaltación de la carne y por ello altamente venerado, como veremos más adelante.

Las manifestaciones del erotismo en Grecia no culminan con el material literario, sino que traspasan esta manifestación artística, hasta las formas representativas físicas, como lo determinan los utensilios de uso común, que también son imprescindibles en el análisis de una cultura vasta y poliforme en materia erótica, de una cultura como la griega y su legado para el mundo contemporáneo.

En este sentido, resulta imposible acercarnos a la cultura de una civilización, sin considerar los vestigios encontrados en utensilios de vista frecuente, como vasijas, jarras, lámparas de aceite, espejos y esculturas, en donde se reflejan vívidamente, tanto sus costumbres, como sus gustos en cuanto a erotismo se trata. Habría que considerar que para los griegos estos diseños y su elaboración, reflejaban más que un simple emulsificante sexual, que en buena parte también era el reflejo de su idea sobre religiosidad, altamente politeísta, pero también cargada de fecundidad y prosperidad encarnada.

En el sentido espiritual o de ondas creencias religiosas, podemos entrever lo lejos que estaban los primeros descubridores o arqueólogos (de un profundo y puritano catolicismo), de apreciar el verdadero significado de los objetos y esculturas griegas con contenido sensual, al solo catalogarlos como desviaciones en el más puro sentido de bestialidad, generando escándalo al ser descubiertos; cuando en realidad solo eran la representación de costumbres dionisiacas y de una sociedad en donde la sensualidad era preponderante tanto en la religiosidad, como en el arte y su cultura; y donde podemos apreciar a faunos en solaz amatorio con cabras resultando ser solo la representación del dios Pan, emparentado con la fecundidad y la fertilidad, espíritu importantísimo para labradores y pastores; así, tanto Pan, como sátiros, silenos y posteriormente Dionisos eran representados de manera común como machos cabríos o animales fecundos, asociados al bosque y la vegetación.

Sobre Dionisos, una deidad preponderante para los griegos, pero sobre todo, para los más apegados a la naturaleza, este, la mayoría de las veces era representado por un toro, comúnmente asociado al espíritu del grano, en muchas de las religiones de Europa. Dionisos es un dios sensual y así lo representaban los griegos tanto en pinturas como en esculturas, pero también en sus asociaciones mitológicas tendríamos que recordar que de su unión con Afrodita nació Príapo, el dios de los jardines y rebaños, perpetuamente empalmado y afín tanto a su padre como al antiguo Pan, en cuanto a lo que respecta a su lujuria e insaciable apetencia sexual.

Quizá el nombre de Dionisos no sea tan del lenguaje común, como lo es su nombre latino, Baco; al que casi todos reconocemos como fiel admirador de la fecundidad, el vino y las fiestas; pues bien, Dionisos o Baco, como es de suponerse, provoco una serie de fiestas dedicadas únicamente a su culto, en las que sin lugar a dudas, estas estaban cargadas de un alto contenido erótico, una de estas bacanales celebradas durante la noche del solsticio de invierno, consistía en que tanto hombres y mujeres se disfrazaran de sátiros, ninfas o bacantes, en donde, al calor del vino, de danzas y disipación mental, los participantes se prestaban a recorrer caminos sexuales alejados de sus costumbres, considerando que este estado de éxtasis era promovido por el propio dios. En tanto en la celebración de las phallephória, fiestas dionisiacas celebradas durante febrero y marzo, se acostumbraba realizar una procesión con un enorme falo, seguido de los fieles quienes portaban cada uno un pequeño falo a manera de sirio.

Si la representación dionisiaca de dios para con sus fieles, resaltaba el sentido más natural del erotismo para la sociedad griega, la refinación y lo sublime del arte erótico, en contraparte estaba representado por algunas de las deidades más representativas de la mitología griega, como Eros o Afrodita, no por nada diosa de la belleza, pero también esta representación de lo erótico se podía encontrar en el mismo Zeus, quien, sobre todo ha sido inmortalizado tanto por Homero como Hesiodo, siendo el principal protagonista de enredos de cama, donde en sus leyendas, invariablemente se relataba cómo esta viril deidad, capaz de reconocer la belleza en mujeres mortales, rescatándolas del aburrido presente que las soslayaba y prodigándoles el beneficio de la gentil caricia en forma de suave lluvia o delicada pluma; así, Zeus recurría a variados artilugios para seducir a gentiles y bellas mujeres, a menudo transformado en toro, cisne o lluvia; incluso, revelándose ante las leyes del universo, como cuando sedujo a Alcmena, ordenándole al sol que no saliera durante tres días, para que esa noche durara setenta y dos horas.

De tal modo que esta religiosidad, cargada de un alto contenido erótico, podía dividirse en dos visiones entrelazadas pero claramente definidas; una con un alto contenido sexual, permisiva al bacanal y la orgía, y otra más tendiente a la sublimación del ser y encontrando la belleza como un emulsificante más allá de las necesidades terrenas.

Si por un lado, la mitología y la literatura mostraban tendencias eróticas en la sociedad griega, ésta sólo se reafirmó al hacerse evidentes los avances de la arqueología y comenzar a mostrar evidencias físicas de lo descrito de forma brillante en letras, así esa pasión por los cuerpos bellos y desnudos se manifestaban en estatuas y en los trazos en cerámica, pero también dejaban de manifiesto las tendencias que esta civilización tenia respecto a las condiciones amatorias, de tal forma que dejaban evidencia de lo que Platón ya había plasmado con brillantes palabras en el banquete; sobre todo en lo que respecta a la pederastia, el uso de heteras y concubinas, además de ser la prostitución un oficio reconocido en la Grecia antigua.

Sobre estos placeres, se tiene que aclarar que aunque permitidos, requerían de cumplir con ciertas reglas; en lo que respecta a la pederastia, solo era permitida entre un niño no menor de doce años, ni mayor de dieciocho y un adulto que no podía ser mayor de treinta años, el adulto además estaba comprometido a brindar tanto regalos, como status social y educación al efebo, mientras éste, en contraparte estaba destinado a pagar con su esclavitud sexual; En la rama mitológica, Homero deja de manifiesto el mayor amor pederasta en la literatura antigua, durante la Ilíada, en la figura de Aquiles y Patroclo; mientras, en la arqueología, durante el periodo comprendido entre los años 570 y 470 a. de c. se puede corroborar en la gran cantidad de cerámica con escenas eróticas dibujadas representando a un hombre adulto acariciando a un efebo.

«Tenemos las heteras para el placer; las concubinas para el uso diario y las esposas para criar hijos y cuidar la casa», dice Demóstenes.  Las heteras eran mujeres cultivadas, que asistían a banquetes y conversaban de temas filosóficos, Aristóteles procreo a Nicomaco con herpilis, reconocida hetera; mientras la hermosa Frine, sirvió de inspiración al escultor Apeles para su “Afrodita saliendo del mar”.

Sobre la prostitución, baste decir que los prostíbulos estaban debidamente establecidos y la existencia tanto del templo de Afrodita Pandemos, patrona de las prostitutas, como el de Corinto que albergaba hasta a mil mujeres dedicadas a la prostitución, dejan clara muestra de las riquezas que generaba el comercio sexual.

La belleza que contienen todas estas estatuas, fabulas, literatura o vasijas; sin importar cual fuera su propósito, nos dejan de manifiesto la admiración que la belleza del cuerpo humano sea hombre o mujer, despertaba en los griegos; pero además nos deja claro esa preponderancia hacia la opulencia, la fecundidad y la expresión vitalista de la alegría; no en balde la palabra griega para el amor no solo designaba el deseo sexual, sino también al apetito de comer y beber y servía para describir cualquier propósito relacionado con el placer de la vida (idoni).

De tal modo podemos apreciar como desde los tiempos más remotos, el erotismo ha estado presente en la percepción humana, en su vida cotidiana, en el misterio de la existencia, en el glamour, la belleza sublimada, el deseo físico y los anhelos terrenos que van más allá de lo perceptible, de lo creíble y de lo cierto, hasta confundirse en las formas con lo grotesco, lo obsceno, lo corriente, lo pornográfico, todas ellas sin lugar a dudas experiencias y evocaciones de lo erótico.

Así pues, el erotismo no es más que la pasión de amor, y ya que los griegos convirtieron a Eros en el dios del amor (recordemos los señalamientos de Hesiodo), debemos de darles un lugar preponderante en la búsqueda del erotismo dentro de nuestra historia.

Colofón: los griegos, como la mayoría de las civilizaciones tienen un vasto vocabulario para las posiciones sexuales practicadas; algunas detalladas por Aristófanes, tanto en nombre como en posición (doce, para ser exactos), en un pasaje de las ranas llamándolas las posiciones de Cirene, como es de suponerse los griegos conocían mas, así que cuando practiques el viejo chivito en precipicio, recuerda que los griegos ya tenían el dejando pastar la oveja.

Articulo elaborado por Juan Grajeda Fuentes, presidente Colectivo Ozomatli.

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